Por Agroempresario.com
La bioenergía está cobrando protagonismo en la agricultura global, y Brasil lidera el camino hacia combustibles renovables sin comprometer los alimentos humanos y animales. Uno de los cultivos más prometedores es la macaúba (Acrocomia aculeata), una palmera nativa de regiones tropicales y subtropicales. Este cultivo, que Brasil ha destacado en el Segundo Congreso Nacional de la Macaúba, promete ser clave para la industria de biocombustibles de aviación, ofreciendo hasta siete veces más aceite por hectárea que la soja y plantándose en tierras marginales degradadas, un modelo de desarrollo sostenible que podría marcar el rumbo para otras naciones.
El auge de los combustibles de aviación sostenible (SAF, por sus siglas en inglés) es inminente. La Organización Internacional de Energía prevé que hacia 2050 la demanda mundial de SAF alcanzará los 450 mil millones de litros anuales. A diferencia de los automóviles, los aviones y buques seguirán usando combustibles líquidos, por lo que el mercado SAF se vislumbra como la mejor opción para descarbonizar la aviación. En este contexto, Brasil apuesta a la macaúba, un cultivo cuya capacidad de secuestro de carbono y alta densidad energética lo vuelven altamente competitivo y sustentable.
La macaúba ya representa aproximadamente el 25% del valor bruto de la producción agrícola en Brasil. Con una productividad de aceite por hectárea que supera ampliamente a la soja, la macaúba es rentable y, gracias a su adaptación a sistemas integrados, puede crecer en pastizales degradados sin necesidad de expandir la frontera agrícola. La estrategia incluye la creación de "bosques energéticos", donde la macaúba se integra en cinco polos agroindustriales en los estados de Bahía y Minas Gerais, potencialmente combinada con la ganadería.
El esfuerzo brasileño de expansión de la macaúba no solo recae en la plantación de esta especie, sino también en su mejoramiento y domesticación, para garantizar plantas de alto rendimiento. Embrapa, el instituto brasileño de investigación agropecuaria, trabaja junto a otros especialistas para resolver los desafíos agronómicos y de procesamiento de la macaúba, donde se maximiza cada parte del fruto (piel, pulpa, endocarpio y almendra) en bioproductos, evitando residuos y agregando valor en cada eslabón de la cadena. Además, el aceite de macaúba deberá contar con certificaciones de baja intensidad de carbono para competir en mercados internacionales, un requisito esencial para atraer inversionistas.
La macaúba destaca no solo por su rendimiento sino también por sus propiedades de captura de carbono, lo que la convierte en una opción sustentable a largo plazo. Se estima que 200 mil hectáreas de macaúba pueden capturar alrededor de 60 millones de toneladas de dióxido de carbono en un periodo de 20 años, logrando un impacto positivo en el clima y la economía.
La apuesta brasileña por la macaúba ha atraído inversión internacional, incluyendo capitales árabes, con vistas a producir tanto diésel verde como SAF a partir de esta especie. Se prevé que las primeras cosechas de macaúba alcanzarán el nivel comercial hacia 2028, consolidando el cultivo en el escenario energético global. La macaúba requiere unos tres años para su desarrollo pleno, lo que hace que los inversores consideren esta apuesta como de alta rentabilidad en un mediano plazo.
En Argentina, especialistas de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires sugieren que la Acrocomia totai, una palmera de la misma familia, podría ser cultivada en el NEA. Este cultivo nativo tiene un rendimiento de hasta 30 toneladas de frutos por hectárea, tolerancia a heladas y adaptación al clima local, lo que lo convierte en una alternativa interesante para biorefinerías en esta región. Además, sus frutos son ricos en oleico y palmítico, lo que los hace aptos tanto para la industria alimenticia como para la producción de biocombustibles.
A diferencia de Brasil, Argentina observa este desarrollo desde una posición más distante, enfrentando desafíos internos que dificultan el impulso de la bioenergía. Sin embargo, la adopción de cultivos como la Acrocomia totai y la creación de infraestructura para biorefinerías en el NEA podrían abrir nuevas oportunidades de negocio para el país y contribuir a un futuro energético más sustentable.
La batalla global por el desarrollo de biocombustibles no solo responde a la necesidad de mitigar el cambio climático, sino también a la oportunidad de capturar un mercado con alto potencial de rentabilidad. Con una planificación estratégica, tanto Brasil como Argentina tienen la posibilidad de liderar este segmento y consolidar un futuro energético renovable, rentable y comprometido con el medio ambiente.