Por Agroempresario.com

Las sierras de Tandil, con su paisaje imponente, custodian la historia de un hombre que decidió cambiar su vida a los 45 años. Cristián Bonadeo, productor agropecuario y contratista rural, dejó atrás un futuro incierto en la ruta para comenzar un nuevo capítulo como floricultor, dedicándose a la siembra de peonías. En una entrevista con La Nación, Bonadeo relató cómo, luego de tres accidentes en la carretera, dio un giro de 180 grados y apostó a un proyecto que no solo cambiaría su vida, sino que también enriquecería el mercado de flores en Argentina.

En 2016, Bonadeo y su esposa, Dolores Bravo, decidieron mudarse a Tandil y alquilar una quinta para guardar su maquinaria agrícola. Fue entonces cuando surgió la oportunidad de dedicarse a la floricultura. "Siempre me encantaron los jardines y las flores, pero veía medio imposible vivir de esto", señaló Bonadeo. Sin embargo, tras encontrarse con Marcelo Sasaki, un experto en el rubro, se convenció de que las peonías eran la opción correcta. "Me dijo que debía hacer peonías. Yo las conocía muy poco, pero me convenció cuando me aseguró que esta flor te da el tiempo necesario para aprender, porque hay que esperar al menos dos años para comenzar a cosechar", relató en la entrevista con La Nación.

Con 5.000 plantas de cinco variedades compradas en Trevelin y una hectárea de terreno, los Bonadeo iniciaron su aventura en la floricultura. "Eran días de prueba y error, pero estaba feliz de haber empezado un proyecto así", destacó Bonadeo. Los primeros años fueron de aprendizaje constante, hasta que en 2019 logró realizar su primera exportación de 12.000 flores hacia Europa.

A pesar de los desafíos, como la pandemia y la separación de su socio, Bonadeo nunca perdió la fe en su proyecto. Con sus ahorros, compró un pedazo de campo y continuó su labor con nuevas ilusiones. "Sacamos energía de ese amor a las peonías y volvimos a meterle para adelante", afirmó con entusiasmo. Este nuevo comienzo llevó a los Bonadeo a dar un paso más con la creación de Flowery Hills, la marca con la que consolidaron su presencia en el mercado internacional.

El cultivo de peonías, un proceso que exige paciencia y dedicación, se ha convertido en un símbolo de perseverancia para Bonadeo. Cada flor que cosechan, cortada a mano antes de que se abra completamente, es el resultado de un trabajo minucioso. "Si se abre ya no sirve, hay que cortarla cerrada. Y el calor es uno de los factores que influyen a que esto ocurra", explicó. Para garantizar la calidad de sus productos, los Bonadeo implementaron una cámara de frío para preservar las flores y, de esta forma, mantener su frescura por más tiempo.

A día de hoy, el emprendimiento continúa creciendo, con planes de expansión que incluyen la incorporación de nuevas especies, como tulipanes y marimonias, para ofrecer una experiencia floral más extensa a los visitantes. Además, con la reciente firma de un acuerdo con compradores en Holanda, el futuro de Flowery Hills luce prometedor. "Conozco de dónde vino y cómo creció cada planta que tenemos. Me llena el alma lo que hago", concluyó Bonadeo en la entrevista con La Nación.

El emprendimiento de los Bonadeo no solo ha revitalizado la floricultura en la región, sino que también es una lección de resiliencia, innovación y la importancia de seguir los sueños sin importar las adversidades.