Por Agroempresario.com
En el corazón de la Patagonia argentina, un cultivo milenario está resurgiendo con fuerza: el azafrán, conocido mundialmente como el "oro rojo", comienza a consolidarse como una alternativa productiva de alto valor para pequeños y medianos agricultores de la región. Con una demanda internacional creciente, esta especia se posiciona como un producto gourmet con potencial de exportación, impulsado por condiciones climáticas únicas y emprendedores decididos.
El azafrán, originario de Asia Menor y cultivado históricamente en Irán, India, Marruecos, Grecia y España, ha encontrado en la Patagonia un ecosistema favorable. Zonas como El Bolsón, el Alto Valle de Río Negro y otras áreas frías y secas ofrecen temperaturas moderadas, escasas precipitaciones y buena amplitud térmica: condiciones ideales para su desarrollo.
Las primeras experiencias modernas en Argentina se remontan a 2009, cuando apenas cinco hectáreas eran utilizadas para su producción. Hoy, gracias al esfuerzo de productores como Amelia Nagami y Toshifumi Shibata en El Bolsón, y Aldana Valente en Patagonia Norte, el cultivo comienza a expandirse a mayor escala. Nagami y Shibata relatan cómo comenzaron con macetas y hoy tienen más de 500 metros cuadrados cultivados en tierra firme, con prácticas manuales que garantizan un producto premium.
El azafrán es una de las especias más caras del mundo, y su alto precio se debe a la laboriosa técnica de cosecha y al bajo rendimiento por flor. Para obtener un solo kilo se necesitan más de 150 mil flores. Esto lo convierte en un cultivo intensivo pero con alta rentabilidad.
En la Patagonia, esta especia no sólo atrae por su valor económico: su uso en la gastronomía de alta gama abre oportunidades de inserción en nichos gourmet. Desde paellas y risottos hasta chocolates y cosméticos, el azafrán patagónico ya empieza a circular en ferias, mercados especializados y tiendas naturales.
Además, sus propiedades antioxidantes, digestivas y potencialmente antidepresivas le otorgan valor también en el ámbito medicinal y cosmético, ampliando su campo de aplicación más allá del plato.
Productores locales impulsan un modelo sustentable, con prácticas manuales, escalas pequeñas y enfoque en calidad. El objetivo a mediano plazo es sustituir las importaciones de azafrán –principalmente desde Irán y España– por una producción nacional que cumpla con estándares internacionales.
Organizaciones rurales, cooperativas y gobiernos locales están empezando a ver en el azafrán una oportunidad de desarrollo productivo, económico y social. El acompañamiento técnico y la capacitación son claves para que más agricultores puedan iniciarse en esta actividad.
La Patagonia, con su geografía extrema pero fértil en oportunidades, se proyecta como una nueva frontera para esta especia de lujo. Con dedicación, saber hacer y condiciones climáticas ideales, el azafrán argentino podría pronto escribir una nueva página en el mapa global de este cultivo ancestral.